“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

Desde el corazón


Desde el corazón

Un amigo me envía este escrito que habla de la construcción de su identidad y su masculinidad desde el conflicto, el enfrentamiento y el amor. Me parece importante no olvidar la parte reflexiva de nuestra auto-construcción, el conocimiento de los acontecimientos históricos que constituyen nuestra biografía pero también me lo parece recuperar esa otra parte del corazón, de los sentimientos y movimientos profundos del alma, de los momentos que van poniendo hitos vitales que nos marcan para siempre.
Las masculinidad ha sido acosada por proyectos terribles que separaron a los hombres de la crianza, del amor, de la ternura… y de las mujeres y las criaturas, y a las mujeres las separaron del mundo grande y complejo de fuera de los muros del hogar, de la lucha y la dureza de la vida, de la aventura y el peligro que supone tomar en las propias manos el futuro y la historia. Todos quedaron mutilados, todos disminuidos e incapacitados para enfrentarse al poder. Ni la feminidad ni la masculinidad podían construirse intensas y fecundas.
La historia del franquismo es la historia de las madres, los padres y los hijos que no podían encontrarse entre sí, que estaban inevitablemente separados por invisibles murallas de silencio, de incomprensión, de jornadas de trabajo embrutecedor en la fábrica, jornadas de trabajo embrutecedor en la casa y soledad.
Aún así, con mucho esfuerzo, ese hilillo de amor seguía centelleando, muchas madres intentaron llenar de cariño tantas carencias y tantas  desazones.
Nos habla también la historia de mi amigo, de la importancia de que haya un padre y una madre en la construcción de la masculinidad, una figura femenina y una figura masculina que aporten la mirada oblicua para construir un Yo sexuado auténtico y no estereotipado.

LA HISTORIA:

Observo desde fuera la escena en que mi madre me sostenía en el regazo y me miraba con una ternura que, quizás, sólo una mujer puede ofrecer a una criatura que, hasta hacía poco, formaba parte de su ser, y del que, quizás, empezaba a despedirse. Una despedida que seguramente dure toda la vida.
Ternura, protección y un amor infinito. Lo llamaré vida.

La Muerte.

Canoso y avejentado, una mirada que no puede ocultar una profunda tristeza. Yo regresaba a Madrid de estar tres o cuatro meses de “mili” en Ceuta. Veía a mi padre pero sentí su muerte. Durante el instante que duró nuestro acercamiento y el intercambio formalmente familiar de besos, lo vi tan demacrado que tuve la sensación de que se moría. Seguramente algo murió en su interior, nunca lo sabré.

Mis padres viven. Estos recuerdos tan presentes me han ayudado a perdonar.

Ante la muerte se disolvió, sin rastro, la ira hacia mi padre, enraizada en mi ser y que desbordaba a menudo mi corazón. Esa ira volvió a un lugar que me permitió, ya tranquilo y con cariño, recorrer ese camino que va de este mundo al de la ira que sentía hacia mi padre.

También años de introspección y reflexión han pasado con mi madre. Cuando una viva y dolorosa ira hacia mi madre, que no supo impedir el maltrato abusivo de un padre que no supo amar y amparar a su hijo, me desbordaba, rememoraba esos momentos, en torno a los cuatro años y sentía esa misma emoción de paz y confianza que te dan sentirte amado por tu madre.
Desde ese primer recuerdo, ya de mayor, cuando volvía la ira, venía de la mano del amor de mi madre plena y feliz. Y también esta ira fue recorriendo el largo camino de vuelta a su sitio.

Quizás fuera en las intimidades de la naturaleza de la vida donde se gestó ese momento. Quizás encontré o busqué la mirada de mi madre o ella la mía o, simplemente, sucedió. Mi madre y yo nos miramos para guardar ese momento en nuestro corazón. Al igual que la leche materna nos da el sustento y nos prepara para el entrono, esa mirada me preparó para la vida y me conecta ahora con mi parte eterna.

2 comentarios:

  1. Me resultó llamativo (por lo injusto) que proyectases toda la ira sobre sobre tu madre (siendo ella la maltratada), y en cambio muestres sentimientos neutros hacia el maltratador.

    En los tiempos actuales ella habría tenido opciones para poder escapar de tan injusta situación, para colmo aderezada con la guinda amarga de tu ira.

    (a pesar de Prado Esteban, ella habría tenido opciones). Saludos cordiales.

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  2. Xesku y la superioridad moral, el juicio hecho sin tener todos los datos, el tomar partido en una lucha en la que nadie te ha llamado. Xesku que no se da cuenta que por muy inferior que fuera la madre con respecto al padre mucho más inferior era niño con respecto a la madre. Xesku no sabemos que se quiere creer. Xesku se piensa que las mujeres actuales tienen más opciones y son mas felices que las mujeres de anteriores generaciones.

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